Historia del dolor crónico.

Si consideramos el dolor crónico como una enfermedad, entender su historia natural nos permitiría mejorar nuestras intervenciones y pronósticos, estableciendo objetivos realistas y efectivos. Sin embargo, los estudios epidemiológicos sobre el comportamiento del dolor crónico a lo largo del tiempo han enfrentado dificultades debido a la diversidad de poblaciones, comorbilidades y problemas de definición.

Recientemente, un estudio realizado por el equipo de Glette (2020) buscó identificar diferentes trayectorias del dolor a lo largo de cuatro años en una muestra de 1905 individuos que informaron dolor crónico de al menos seis meses de duración.

Para analizar el dolor, utilizaron un mapa corporal para medir su ubicación y distribución espacial, junto con etiquetas predefinidas para 16 regiones del cuerpo. También evaluaron la salud mental, los problemas de sueño, el «catastrofismo» (manejo emocional) y las comorbilidades de los participantes.

A partir de los hallazgos, se clasificó a los participantes en cinco grupos distintos según las características de su dolor:

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A su vez, se identificó la relevancia de los factores psicosociales que los sujetos refirieron al inicio del estudio con las trayectorias del dolor al corte a través de un modelo de regresión logística. Cabe destacar que los investigadores utilizaron un análisis de clases latentes, que, si bien es conocida como una herramienta útil cuando se tienen variables manifiestas nominales, ordinales, o continuas ésta se suele usar con mayor frecuencia en la clasificación de trastornos conductuales y psiquiátricos. Estamos entonces ante un estudio sobre dolor analizado desde la conducta.

Es de destacar que tres de los grupos (“persistente leve”, “persistente moderado” y “persistente grave”) mantuvieron un patrón muy estable en los informes periódicos de dolor durante todas las mediciones de seguimiento, aunque únicamente entre los individuos del grupo “moderado persistente”, la probabilidad de informar dolor intenso aumentó gradualmente de 0,12 al inicio del estudio a 0,26 en el seguimiento de 48 meses. Las personas del cuarto grupo (“dolor fluctuante”) tuvieron la mayor probabilidad de informar dolor leve (rango: 0.34 – 0.41) y dolor moderado (rango: 0.50 – 0.55), pero una probabilidad casi nula de no informar dolor, que compensa con una también baja probabilidad de padecer dolor intenso (rango: 0.07-0.09). Finalmente, el quinto grupo etiquetado como “mejora gradual” mostró una probabilidad creciente de reportar dolor nulo o menos intenso a lo largo del período de seguimiento; en consecuencia, la probabilidad de no reportar dolor se duplicó, de 0.25 al inicio del estudio y estabilizarse alrededor de 0.50 a los nueve meses y continuar así durante todo el seguimiento

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Se sugiere dentro del estudio que la palabra “crónico” es engañosa ya que da la impresión de que el dolor es estático y no está sujeto a cambios. Y aunque los datos muestran que el dolor tiende a ser estable, eso no implica que el dolor sea un rasgo estático, pues una gran proporción de individuos experimentó fluctuaciones hasta cierto punto, y en todos los grupos existía la posibilidad de experimentar dolor leve. Por lo tanto, los resultados no implican que uno deba abstenerse de dar la esperanza de que el dolor pueda mejorar e incluso desaparecer, y estos hallazgos pueden guiar a los proveedores de salud, así como a pacientes con este padecimiento a establecer expectativas y objetivos realistas. Así que en conclusión, y de acuerdo a este estudio:

  • Existen al menos cinco trayectorias de dolor crónico en la población general.
  • La proporción de individuos dentro de los grupos de dolor persistente representan el 59% de la muestra (n = 1114), lo que indica que la mayoría de los sujetos son estables en su nivel de dolor a través del tiempo.
  • El grupo etiquetado como “fluctuante” (n = 586 [31%]), fue el grupo individual más grande (uno de cada tres individuos fue clasificado aquí).
  • Una proporción sustancial de individuos fluctúa entre dolor leve y moderado, por lo que hay que ser precavidos al correlacionar causalmente los cambios en el dolor con el éxito del tratamiento en este grupo (pueden simplemente seguir su trayectoria habitual).
  • Las trayectorias del dolor están asociadas con características biopsicosociales clave.

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